En México, el sueño de adquirir una vivienda propia se ha vuelto una meta cada vez más lejana para millones de familias. Mientras el precio de las casas y departamentos ha crecido más de un 54% en los últimos siete años, los salarios apenas han logrado seguirle el ritmo. Esta brecha creciente impacta de forma desproporcionada a quienes menos ganan, especialmente a los trabajadores del sector informal. Con un precio promedio de vivienda de 1.7 millones de pesos y un ingreso mensual promedio que ronda los 8,200 pesos, la posibilidad de comprar casa se convierte en un desafío monumental. En este artículo analizamos las causas, consecuencias y datos duros que explican por qué la vivienda se ha convertido en un lujo en lugar de un derecho.
El precio de la vivienda supera ampliamente el crecimiento salarial
Desde 2016, el índice de precios de la vivienda en México ha crecido un 58.4%, mientras que el índice de remuneraciones apenas aumentó 4.1%. Esta diferencia marca una brecha del 54.3%, lo que significa que el valor de las propiedades crece mucho más rápido que los ingresos de las familias mexicanas.
En 2024, el precio promedio de una vivienda alcanzó los 1.7 millones de pesos, mientras que el salario mensual promedio de un profesional técnico ronda los 8,200 pesos. Esto implica que se necesitarían más de 17 años de sueldo íntegro, sin gastar en nada más, para poder comprar una casa promedio en el país.
Gastar más del 30% del ingreso en vivienda ya es común
La recomendación financiera universal es no destinar más del 30% del ingreso mensual al pago de vivienda. Sin embargo, en México, uno de cada cinco hogares ya supera este límite.
Los trabajadores afiliados al IMSS, que ganan en promedio 15,000 pesos, destinan aproximadamente 4,700 pesos a vivienda, es decir, el 31.3% de su ingreso.
En contraste, los no afiliados —quienes ganan en promedio 7,500 pesos mensuales— gastan 2,500 pesos en vivienda, equivalente al 33.3% de su ingreso.
La situación es más grave en los hogares de menor ingreso. En el quintil más bajo, el 49.4% de las personas destinan más del 30% de sus ingresos a su hogar, quedando en una situación económica vulnerable.
La Ciudad de México, epicentro de la crisis habitacional
La capital del país se ha convertido en el epicentro de esta crisis de asequibilidad. En la Ciudad de México, cuatro de cada diez hogares destinan más del 30% de su ingreso a vivienda. Aquí, los precios son más altos que en cualquier otra entidad, y los sueldos, aunque más elevados en promedio, no alcanzan para cubrir el costo de vida.
Además, el crecimiento del mercado de renta también se ha acelerado. Desde 2016, el valor de la renta creció 16.5 puntos, mientras que los salarios solo aumentaron 41 puntos, generando una brecha adicional de 12.4 puntos.
Diferencias entre trabajadores formales e informales
La brecha entre precio de vivienda y salarios varía dependiendo del tipo de trabajador:
- Afiliados al IMSS: brecha de 57.2 puntos
- No afiliados: brecha de 49.2 puntos
Aunque los no afiliados ganan menos, destinan un menor porcentaje de sus ingresos a vivienda. Esto se debe a que cuentan con ingresos más flexibles o variables, a diferencia de los trabajadores formales que dependen de aumentos salariales anuales limitados.
Consecuencias de esta desigualdad
Esta disparidad entre el precio de la vivienda y los ingresos trae consecuencias serias para la economía familiar y el desarrollo del país:
- Endeudamiento excesivo: muchas familias se ven forzadas a adquirir créditos hipotecarios que no pueden sostener.
- Reducción en calidad de vida: al gastar más en vivienda, se recortan otros gastos básicos como salud, educación o alimentación.
- Incremento en la desigualdad: quienes no pueden acceder a una vivienda propia se ven atrapados en ciclos de pobreza habitacional.
- Migración interna: familias se ven obligadas a mudarse a zonas periféricas, generando mayor presión sobre servicios e infraestructura urbana.
¿Qué se puede hacer?
Para revertir esta tendencia y garantizar el derecho a una vivienda digna, es necesario que el gobierno y el sector privado trabajen en soluciones integrales:
- Fomentar la construcción de viviendas asequibles
- Implementar subsidios o incentivos fiscales para quienes buscan comprar su primera casa
- Estimular políticas que impulsen un crecimiento real y constante del salario mínimo
- Regular el mercado de renta para evitar aumentos desproporcionados
El precio de la vivienda en México está creciendo muy por encima de lo que los salarios pueden sostener, y esto representa una amenaza directa a la calidad de vida de millones de personas. Mientras no se equilibre esta balanza, el sueño de tener un hogar propio seguirá siendo eso: un sueño cada vez más lejano.